jueves, 18 de octubre de 2012


El monte da margen para el manejo

Con intervenciones de bajo impacto es posible conseguir un equilibrio entre producción y conservación.
Mientras se aguarda que la Corte Suprema de la Nación resuelva sobre el pedido de inconstitucionalidad de la ley provincial de ordenamiento del bosque nativo, y se diriman las incongruencias entre la legislación cordobesa y la nacional, la pregunta a resolver es de qué forma se puede manejar el monte dentro de un criterio en el que impere el equilibrio entre la producción y la conservación.
Quien ensayó una respuesta fue Carlos Carranza, el representante del Inta en la Comisión para el Ordenamiento Territorial del Bosque Nativo, durante el 35º Congreso Argentino de Producción Animal, que se desarrolla hasta hoy en el Hotel de la Cañada, en la ciudad de Córdoba.
El técnico, a cargo de la estación forestal de Villa Dolores y especializado en ecología forestal, dio su visión sobre lo que debe ser el manejo en las zonas amarillas previstas en la legislación, en las cuales el manejo debe ser con un plan de conservación que apunte a mantener el bosque. Lo hizo a través de dos ejemplos bien contrastantes: una parcela muy degradada de bosque en el oeste de la provincia, y otro en el establecimiento La María, perteneciente al Inta Santiago del Estero, donde la estructura del bosque cerrado es similar a la existente la zona del Parque y Reserva Natural Chancaní. En ambos casos imperó el manejo de disturbios (intervenciones) de bajo impacto con respuestas productivas.
 
En amarillo. En la provincia, alrededor del 90 por ciento de los bosques nativos se encuentra en el arco noroeste, que –a juicio de Carranza– es el área de mayor presión para la intensificación de la ganadería. Según explicó, prácticamente toda esta área está categorizada como zona de protección amarilla, lo cual significa que cualquier actividad productiva debe conservar la “condición de bosque”, y que la intervención requiere de la aprobación de un plan de manejo sostenible del monte.
“En las zonas amarillas, mantener y mejorar las condiciones de ese bosque se pueden hacer a través de un manejo de la intensificación del disturbio, entre los que figuran cuánto material o biomasa retiramos del ambiente, la dimensión espacial y la frecuencia con que vamos a practicar el disturbio. Es un manejo silvopastoril del bosque nativo”, explicó el especialista.
Para Carranza, las intervenciones que no afecten las funciones primordiales del bosque, ni su estructura en forma permanente, son compatibles con las prácticas tradicionales de pequeños productores, que hacen uso múltiple de los recursos del monte. Sin embargo, aclaró que estas intervenciones de bajo impacto o de manejo de disturbios de baja intensidad, también son compatibles con objetivos de aumento de producción de grandes productores.
Ejemplos. El primer ejemplo de manejo del disturbio de baja intensidad tiene lugar en el oeste provincial, donde un pequeño productor tenía una explotación con una degradación del bosque en el 25 por ciento del predio. “Sus características eran suelo desnudo, con escorrentía y cero cobertura forrajera”, enumeró el técnico. La primera determinación fue prohibir el pastoreo a través del cierre del predio.
“Lo segundo, se hizo una poda de las arbustivas en la zona de mayor concentración y se distribuyó el material atravesando los cursos de agua. También se hizo un aprovechamiento forestal de los árboles enfermos y secos. Otro paso fue la siembra de Gatton panic , coloratum y buffel contra las fajas, los únicos lugares del predio donde podían desarrollarse”, describió el técnico.
En la segunda temporada, el predio ya mostraba cascos de pasturas establecidas contra las fajas. El resultado posterior fue un aumento exponencial en la producción de pasto: de cero trepó a 1.800 kilos de materia seca por hectárea.
“Mejoramos la diversidad del bosque, lo que permitió además a la familia el uso de producción como la apicultura y la recolección de frutos”, acotó Carranza.
El otro ejemplo es en el establecimiento La María, perteneciente al Inta Santiago del Estero. Se trata de un bosque cerrado, similar a los que también hay en Córdoba, con un estrato arbóreo integrado por quebracho colorado y blanco como especies principales. En el piso intermedio están presentes el algarrobo negro, mistol y brea. Mientras que el estrato arbustivo está compuesto por diversas especies de garabatos, tala, atamisqui, castela y piquillín; el herbáceo, por su parte, lo integran especies de gramíneas y latifoliadas. Su suelo, en general, posee características ecológicas favorables para la vegetación.
“Allí se practicó un disturbio de baja intensidad a través de un rolo de dos metros de trocha, con un tractor pequeño y de buena maniobrabilidad. El criterio fue dejar los árboles por encima de los 10 centímetros de diámetro. En la primera temporada se instaló Gatton panic y se dejó arbustivas para la regeneración del bosque”, explicó Carranza. El manejo permitió obtener más de siete mil kilos de materia seca por hectárea.
“Al quinto año del manejo, el volumen de leñosas se encuentra similar al testigo y es probable que al sexto año haya que repetir el manejo”, adelantó Carranza.
Según graficó el técnico a La Voz del Campo , un turno planificado en siete años para la intervención significa que el disturbio debe afectar una séptima parte de la unidad de producción, para que vuelva a regresar a esa porción al séptimo año.
Para lograr un equilibrio entre producción y conservación, tal cual lo exige la legislación, la opción expuesta por Carranza son las prácticas de bajo impacto, que permiten mejorar la eficiencia de producción y cuidar el bosque.
En los papeles, no hay muchas chances para los modelos de intensificación, salvo la alternativa que deja la norma provincial sobre la posibilidad de encontrar en zonas rojas agua suficiente bajo riego, aunque los técnicos aseguran que esta incongruencia entre la ley nacional y la provincia deberá ser zanjada.
Fondos

Córdoba, sin servicios. La ley provincial de ordenamiento del bosque nativo está vigente. Pero el pedido de inconstitucionalidad que tiene que resolver la Corte Suprema de la Nación le puso un freno económico: los fondos previstos por la legislación nacional para el pago de los servicios forestales a los productores no llegan a la provincia. El año pasado, Córdoba ya perdió 20 millones de pesos.
En Santiago, mil pesos por hectárea. Según lo expresado por Carlos Carranza, técnico del Inta, en Santiago del Estero los productores están recibiendo el aporte de hasta mil pesos por hectárea para la ejecución de plantes de conservación del monte.
Recepción de planes. En Córdoba, la Secretaría de Ambiente está en la etapa de recepción de los planes.

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