miércoles, 10 de octubre de 2012


El campo es “cristinista” 

Extraña coincidencia -o tal vez no tanto-, a 10 años del primer gran salvataje del país en 2002, cuando la abrupta salida de la Convertibilidad (sin red) y la crisis social arreciaban sobre la Argentina, nuevamente el campo se apresta a dar otro aporte extraordinario destinado a nutrir las yermas arcas del Estado Nacional.
En aquel momento, con la dupla (Eduardo) Duhalde – (Jorge) Remes Lenicov al frente del Gobierno, se trató de aproximadamente US$ 1.000 millones a partir de la reimplantación de las retenciones a las exportaciones agropecuarias, especialmente a los granos, que había eliminado de un plumazo Domingo Cavallo, en la era Menem, en marzo de 2001.
El compromiso fue que semejante impuesto era reinstalado en forma transitoria, en circunstancias extraordinarias, por un lapso breve, hasta salir de la crisis…Pero no fue lo único. En 2002 el campo hizo otro aporte de similar magnitud que fue directamente a ONGs de carácter social (buena parte directamente como producto), y una cifra bastante mayor por adelanto de exportaciones e impuestos, de parte del sector empresario de toda la cadena del agro.
Tal paquete, más la licuación de pasivos que conllevó aquella devaluación, permitió que el nuevo gobierno que asumiría en mayo del año siguiente (2003), pudiera gozar de un panorama económico mucho más despejado, y de una tranquilidad social inexistente un año y medio antes.
Ahora, aunque la situación visibles aparece mucho menos impactante que entonces, el aporte puede ser igualmente trascendente.
Es que a la luz de la necesidad “imperiosa” de fondos que está mostrando el Gobierno, la campaña agrícola actual puede significar un respiro considerable, y hasta algunos puntos de crecimiento económico que se prevé para el año que viene.
El punto es que si el clima no se complica y se mantienen lluvias regulares (hasta ahora solo hubo algunos excesos en la provincia de Buenos Aires y unas pocas localidades más de la Pampa Húmeda), la próxima cosecha podría rondar los 110 millones de toneladas, muy por encima de los 86 millones de toneladas (reales) del último ciclo afectado fuertemente por la sequía.
Tal volumen, récord absoluto para el país, también vendría de la mano de una recolección de soja superior a los 55/58 millones de toneladas, que también constituiría un máximo histórico.
De acuerdo a estos guarismos, el economista Miguel Ángel Broda estima que las exportaciones del campo rondarán los US$ 40.000 millones contra algo menos de US$ 33.000 millones que se calculan para este año.
Y ahí nomás ya aparece un diferencial de US$ 7.000 millones extra en el ingreso de divisas de exportación, a los que se deben agregar los aportes adicionales por las retenciones (otros US$ 1.500 millones) que, de confirmarse el volumen de cosecha, superarían holgadamente los US$ 9.000.
Por supuesto que como los niveles de gasto parecen ser ilimitados, más aún en un año electoral como el próximo, ni siquiera estas extraordinarias expectativas pueden alcanzar, y de ahí que en el campo sean constantes los rumores sobre un posible aumento en las retenciones, especialmente de la soja, después que se termine su implantación en noviembre/diciembre.
Obviamente, todos recuerdan lo ocurrido cuando se intentó elevarlas en 2008 por medio de la ahora tristemente famosa Resolución 125, que devino en un feroz enfrentamiento que cruzó casi transversalmente todo el país.
Sin embargo, recientemente, el esquema de retenciones móviles fue impuesto sorpresivamente al biocombustibles, jaqueando a esta nueva actividad que ya contaba con inversiones millonarias y ahora está congelada, con cierres casi diarios de plantas a pesar de las promesas oficiales de corrección, y el sector como conjunto aún no reacciona.
Tal vez, esa actitud pueda confundir a algún funcionario y llevarlo a creer que, si ahora se le aplicara lo mismo a la producción de granos de soja, la reacción de los productores sería igualmente tibia, muy alejada de aquella de hace 4 años.
De todos modos, de una forma o de otra, y a pesar de la mala, o mejor dicho, nula relación del Gobierno con su principal inversor y aportante: el campo, igual este va a volver a constituirse, clima mediante, en uno de los principales y estratégicos soportes económicos del Gobierno en un momento clave para el oficialismo, que enfrenta el año que viene, la elección más difícil de los 10 años que lleva de Gobierno.Y, si semejante aporte no es ser “cristinista”, entonces, ¿qué lo es?.

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